Un día más, como todos. El sol se adivina entre el perfil de los edificios de enfrente, hace frío y el olor del café recién hecho inunda los círculos verdes del papel pintado que cubre la pequeña sala. La imagen es perfecta, la taza blanca, el galletero, el azucarero, los calcetines gordos y la bata fucsia de lana de los pirineos.
Lola desliza su mano entre su larga cabellera negra sujeta por un palo del chino y comienza a rizar un mechón brillante, al mismo ritmo que dibuja círculos concéntricos en su café humeante. La mueca del vacío pinta su cara, encima de los restos de lápiz negro y gloss que anoche fueron su careta.
El pitido de las llamadas entrando en los terminales es incesante. Son las siete de la tarde y el ritmo en la sala de operadores es vertiginoso. La línea “sado”, la “hetero”, la “homo”, la “friend”, todas llenas de voces, de ruido, de almas…
- Lola, ¿te ha contado Charly que ayer nos encontramos con Lucía cuando nos marchábamos? Por cierto, ¿dónde te metiste? Te esperamos un rato para ir juntos al metro, pero como no aparecías, nos fuimos solos.
- No, tía, no me ha dicho nada, es que vino a buscarme Raúl con los niños. Espera un momento. “Hola, yo también… Soy Lidia, de Barcelona “
- Pues eso, que nos encontramos con Lucía y nos dijo que van a convocar una reunión el viernes por la tarde, porque por lo visto han pillado a un operador de la “homo” quedando con un cliente por la línea, y, cómo no, la reunión la ponen el viernes por la tarde…. Así que me han jodido el día, porque pensaba pedirme la tarde a cambio del sábado pasado. Un segundo, “Mmm, me encanta que me digas eso. ¿Sabes…? Estás consiguiendo excitarme… Dime cómo eres…” ¿Será cerdo el tío? ¿No va y me dice que huele a hombre porque no se lava?
- “Pelirroja, 1.60, 58Kg, ojos verdes…” Mira, Mamen, a mí la verdad es que me da igual, de todas formas tengo que venir de tres a once…. Así que el tiempo que esté en la reunión me lo quito de las plastas estas.
Mamen es la bomba, cuarentona, lustrosa, con una súper melena pelirroja ondulada y unos ojos color miel que flotaban en un firmamento de pecas. Tenía tres hijos y un marido del que se separaba a diario. Su vida era nueva cada día en la línea.
Laura es caprichosa, chispeante, sensual, divertida… Nunca he conocido a nadie que lograse colapsar sus diez líneas y conseguir que los que esperan a ser filtrados lo hagan ¡por más de un minuto!, pero ella es así. Luego, en su casa no se resigna a hacer camas, planchar, cocinar para su prole y todos los días se promete cambiarlo, irse, volver a cerrar su mugrienta puerta de Usera tras de sí, y regresar al glamour de Laura…
- “¿Hola? ¿Hay alguien ahí? ¿Estoy sola?” Joder, tía, vaya rachita llevo de “orejas”, ayer estuve intentando que me contestara una de estas casi una hora, y lo único que me dijo, bueno, que hizo fue tocar un instrumento, pero ni siquiera una canción, tocaba notas… La verdad, es que la gente está fatal, qué ganas tengo de que me salga otra cosa…
- Tú te lo has buscado, “Te gusta sentir mi aliento en tu barbilla ¿eh? Pues sigo bajando hasta tu axila… ¿Lo notas?” ¿No querías línea “homo”? Pues toma sensibilidad, ¡ja, ja, ja! “A mí me encanta el tacto de tus labios en mis pezones… y a ellos también, ¿lo ves?”
- “¿Hola? ¿Hay alguien?” Joder, qué pesada la tía, suponiendo que lo sea, son las siete de la tarde, como me tenga así hasta las once, me suicido…
- “Sí, cariño… Claro que lo noto…“ Tú eres tonta, dile que estás sola, que acabas de ducharte y llevas una toalla y una pinza de pelo y verás cómo contesta, ¡ja, ja, ja! “Mmmm, ¡claro que lo noto! Estoy cerca… ¿notas mis manos agarrando tus glúteos?” Este cabrón ha debido vaciar sus bolsitas varias veces, y me va a tener dos horas con las piernas abiertas, ¡ja, ja, ja!
La carcajada de Mamen fue tan fuerte que casi se cuela por mi micro….
- “¿Hola? ¿Eres un ruido? ¿No vas a contestarme?” ¡Tú estás loca! ¿Cómo voy a hacer eso? ¿Y si es un tío? Si no se identifica, le meto en la rueda. Resulta ser un tío, o un menor… y con la nueva política de monitorizaciones, Lucía me cruje…
- Pues como lo esté escuchando todo… Espera: “Claro que lo siento dentro... Mmm… Me gusta… Sigue… ah…” Se lo debe estar pasando pipa con este, es tartaja, ¡ja, ja, ja!
- “¿Hola? ¿Qué significa ese ruido? ¿Quieres jugar? Creo que estamos solas.” Nada, ni pío, me estoy cabreando…
- “Claro, cielo… como quieras...” Pues córtale y punto, vaya ganas que tienes de que te calienten la cabeza…
- Ya está bien, esto se acabó: “¿Hola? Mira, soy la operadora de la línea. Como sabes, esta es una línea para lesbianas, y si no te identificas o me dejas escuchar tu voz, no puedo dejarte pasar con el resto de usuarios, ¿hola?”
Esta vez el sonido fue dulce, una melodía breve, pero dulce. Ya no eran notas sueltas, fue una corta melodía, unos segundos, pero era un saxo. Qué curioso, normalmente sexo, ahora... saxo.
- Ha colgado, joder, qué tarde…
- ¿Ves? Pues ya está, ahora Lucía ya tiene entretenimiento, seguro que te pone un notable. “Me encanta el sexo oral… mmm”
- ¿Y sabes quién es al que han pillado?
- Pues no lo sé, pero hay rumores de que ha sido al nuevo, al argentino de pelo largo, creo que está en el turno de mañana…
- ¿A Elías? ¡No me digas! ¡Le hice la prueba yo!
- ¿Tú? ¡Pero si por lo visto es una loca! Si no ha tardado más de dos días en quedar con un cliente, ¡ja, ja, ja!
- Por eso, si superaba la situación con una tía sin gustarle, podría hacerlo con cualquiera, ¿no? Espera, tengo otra llamada: “¿Hola? ¿Hay alguien…?” ¡Otra vez!
- ¡Tía, tienes un imán, y la tipa esa, una obsesión!
Otra vez la misma situación, melodías cada vez más largas, no hablaba nada, ni una palabra. Pero era música, ¡sí, era música…!
- “Mira, te lo he dicho varias veces… Me estoy cabreando. ¿Por qué no dices nada? Me vas a tocar… ¡Me vas a tocar Las gardenias!”
Dicho y hecho, el sonido del saxofón empezó a ser identificable, estaba sonando la canción de Machín con la cadencia perfecta, la entonación perfecta, el tempo perfecto. Era suave, firme, ronca, profunda…
No había palabras, solo sensaciones, el bello erizado, complicidad. Es como si me hubieran descubierto, no existía Lidia, no existía Barcelona, ni ojos verdes, ni pelo pelirrojo, estaba desnuda, desnuda frente a una música que abrazaba mi ser y lo cubría de realidad. Vi mi vida en un escaparate, una sensación aterradora, a Raúl, a sus hijos, mi casa, mis cosas, mi amigos, mi familia, todo descubierto, expuesto a la vista de alguien que me había arrebatado el poder. El poder de la información, aquel que en mi trabajo era mi aliado, mi herramienta, el motivo que a diferencia de Mamen me dejaba enterrar mi personaje dentro de aquella “oficina” llena de mentiras, como una más…
Se hizo el silencio, la canción terminó y no fui capaz de articular palabra. Pero ese momento era especial, era mi silencio, mío de verdad. La primera vez que yo, Lola, estaba en línea.
- “¿Hola? ¿Ahora no me vas a contestar tú?”
Al otro lado había una voz clara, pausada, tierna, segura… Y nada más. No había nada más. No escuchaba nada. Mi entorno estaba mudo porque yo no estaba sorda, estaba llena, temblorosa, asustada.
- “Hola, soy Lidia, de Barcelona. ¿Y tú?” Era mentira y se notaba, mi voz sonaba vacía, sin sustento…
- “¿No eras la operadora de la línea? Es igual… Yo soy Adela, de León”
Me impresionó el sonido de la nada tras la voz de mi interlocutora, no se oía nada, no había nada solamente la fuerza de una voz, la música de un alma que apuntaba al centro mismo de mi ser.
- “Hola Adela, soy… bueno, ya sabes quién soy… ¿Eras tú la música que lleva sonando en mi cabeza desde la semana pasada?”
- “Sí, soy yo, siento haberte importunado tanto”
Importunado, importunado… aquella palabra retumbaba en mi cabeza, no recordaba haberla oído nunca antes en la línea. De dónde habría salido Adela, no era como el resto, nada de “qué llevas puesto, qué te gusta…”
- “Adela…” no pude terminar la frase, me interrumpió sin darme opción a nada, ni siquiera a parpadear.
- “Lidia, quiero darte una explicación, es posible que no entiendas nada, pero tengo que contarte esto para que lo hagas. Como te he dicho, me llamo Adela, vivo en León, soy profesora de saxofón en el conservatorio, tengo cincuenta años y desde hace seis meses estoy sola. Mi pareja, mi mujer, falleció repentinamente. Te escuché casualmente hace unas semanas y no sabía cómo dirigirme a ti…
- “Pero…” me atrevía decir…
- “Déjame terminar, por favor, no creo tener valor para alargar esto demasiado. Solamente necesito escucharte, no hace falta que me hables, solo quiero oír tu voz, que me des las buenas noches, nada más…”
Durante las ocho semanas posteriores a esta llamada, todos los días, a la misma hora, recibía la llamada de Adela, puntual, con esa melodía de Machín. Nuestra conversación era sencilla, “Buenas noches, Adela” y silencio, nunca más volví a escuchar su voz.
Anoche fue mi cena de despedida con mis compañeros del despacho. Ahora soy secretaria en un pequeño bufete de abogados en la calle de la Sierra. Cenamos en el restaurante que Raúl, mi ex, abrió con su nueva novia en la Avenida de América y después tomamos unas copas en el Vivanco. Hace cuatro años de mi encuentro con Adela y nunca más volví a ser nada de ella. Vivo en soledad, pero no me siento sola. Cierro los ojos y escucho música, y entonces, solo entonces, me embriaga el olor de las gardenias…